Hace unos días me toco contar, para público infantil, en el Hospital de Alicante. Todos sabemos que es duro, pero te recompones, piensas que estás allí para alejarlos de su realidad mientras dure la sesión y la disfrutas tanto o más que cualquier otra.
Me impresionaron tres de los niños; Alejandro que va con un gotero con ruedas y aplaude flojito para que no se le salga la vía, José Manuel que continuamente se mira los pantalones del pijama por si se le escapa “la pilila” y Edgar que cayo de un 4º piso hace unos meses y después de un coma, anda en estado de vigilia (parece que no responde a estímulos, no gesticula y está entumecido), se expresa bastante con su ojo derecho.
La verdad que estuve la mayor parte de la sesión “trabajándome a Edgar” y al poco de empezar obtuve resultados; me miraba a ratos, luego fijamente y al final estoy segurísimo que hacía esfuerzos para acercarse físicamente a donde yo estaba…no pudo. Pero no importa, por su ojo derecho le vi sonreír, alejarse de aquel hospital y recorrer “el camino a ninguna parte” autor, Gianni Rodari. Estoy convencido que al igual que Juan, el protagonista del cuento, encontrará recompensa.
Cada día estoy más convencido que la narración, esa forma ancestral de comunicarnos, cura.
Mario Caballero.